e martë, 13 nëntor 2007

Malos tiempos para hacerse del Opus (Godfellas)



Una «Obra» deteriorada: El Opus Dei recibe varios golpes


Ultimamente, el Opus Dei ("Obra de Dios" en latín) ha estado recibiendo varios y duros golpes en seguidilla, que han dejado a esa imagen austera, seria y honesta que siempre quiso imponer a sus miembros, y a los crédulos extramuros, definitivamente en el terreno de la fábula.

Los dolores de cabeza que le causaron a la "Obra" primero el libro y después la película "El Código Da Vinci" -a la que pretendió censurar sin éxito- resultaron una nimiedad al lado de lo que se fue sucediendo posteriormente. Veamos sólo tres ejemplos.


Comenzaremos por la detención, en mayo último y en Coral Gables, en las afueras de Miami, del uruguayo Juan Peirano Basso, el único que permanecía prófugo de la familia de banqueros que integraba junto a sus hermanos José, Dante y Jorge, a su vez detenidos hace tiempo. Los Peirano Basso adquirieron una triste fama al involucrarse en turbios manejos que, además de provocar el derrumbe en 2002 de la plaza financiera uruguaya, dejaron un tendal de ahorristas estafados no sólo en su país sino también en Argentina y Paraguay, a través de sociedades anónimas fantasmas y en especial del Banco Velox que habían adquirido hace varios años enBuenos Aires.

La familia Peirano, que llegó a ser la de mayor fortuna en Uruguay, era considerada además la flor y nata del Opus Dei. Según indica Guillermo Wacksman en el semanario uruguayo "Brecha", la estrepitosa caída de los Peirano tras los fraudes bancarios que se les imputan, estimados en 800 millones de dólares, significó para la "Obra" un desprestigio irreparable y causó graves dificultades financieras a muchas de sus instituciones, en especial las de índole educativa. Por otra parte Juan Peirano Basso, que ahora espera un juicio de extradición, no sólo pertenece al Opus Dei sino -quizás a causa de los delirios de grandeza que ataca a sus miembros más destacados- también es "caballero" de la Soberana Orden de Malta, una institución creada en épocas de las cruzadas y ultraconservadora al igual que la "Obra", además de tener veleidades de "Estado", aunque no es mucho lo que se conoce sobre su real cometido, salvo el hecho de que reparte condecoraciones entre altos funcionarios, banqueros y otras personalidades con cierto predicamento en el mundo. Sean honestos o no; eso es al margen.

Narcolimosnas



En febrero último comenzó a circular en Colombia el libro "El confidente de la mafia se confiesa". Su autor es Gustavo Salazar, un polémico abogado defensor de capos mafiosos y del narcotráfico, quien revela, entre otros temas, la forma en que el dinero de los carteles de la droga fluyó hacia diferentes sectores de la sociedad colombiana en las últimas dos décadas, y cómo los carteles de la droga de Medellín y de Cali donaron millones de dólares a altos prelados colombianos, con lo cual éstos lograron acceder a altos cargos en el Vaticano.

Según Salazar -y esta parte del libro le generó al Opus Dei tantas cefaleas como "El Código Da Vinci"- dos de los beneficiados con ese flujo de dinero mafioso son el cardenal Alfonso López Trujillo y monseñor Pedro Rubiano, ambos ligados a la "Obra". El primero, destacado actualmente en el Vaticano, es miembro de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe, para la Causa de los Santos, para los Obispos y para la Evangelización de los Pueblos. Además, preside el Consejo para la Familia y es un prelado muy cercano al actual Papa Benedicto XVI, otro opusdeísta, e incluso su nombre fue uno de los barajados en un principio para suceder al fallecido Juan Pablo II, quien también fuera sostenido a rajatabla por la organización. Por su parte monseñor Rubiano es el Arzobispo de Bogotá y Cardenal Primado de Colombia, tras presidir por varios años el Obispado de Cali.

En declaraciones a medios locales, que generaron un lógico revuelo, el abogado Salazar afirmó que puede jurar ante un fiscal que la mafia les dio plata a esos dos altos jerarcas de la Iglesia. Según Salazar, ambos recibieron mucho dinero cuando eran obispos de las ciudades de Medellín y Cali, agregando: "Eran tiempos en que la plata rodaba y ambos hombres de la Iglesia salieron beneficiados, y en esa época recibir plata de los narcos no era delito o no era pecado".

Sobre López Trujillo, Salazar señaló que "va a tener que decir si es verdad o no que en el Club Medellín y en el Club Unión se reunió varias veces con el capo Gustavo Gaviria y con (el extinto jefe del cartel de Medellín) Pablo Escobar". Ese dinero, sostiene el autor del libro, habría sido enviado al Vaticano, aprovechando la colecta anual de dineros para el Papa. Agregó Salazar que "López Trujillo salía del palacio arzobispal en su famosa limusina y se reunía a almorzar o a cenar con estos mafiosos, quienes le besaban el anillo y le entregaban varias veces dinero, una de ellas un maletín con 150.000 dólares, según me dijo muchas veces Otoniel 'Otto' González, lugarteniente de Pablo Escobar".

Respecto de monseñor Rubiano, el abogado afirma que "recibió aportes del cartel de Cali cuando oficiaba de obispo de esa ciudad, por intermedio del abogado Vladimir Mosquera, en nombre del capo Elmer 'Pacho' Herrera".

Si bien el Opus Dei y su hoy definitiva sucursal como es el Vaticano pondrán ante estas acusaciones el grito en el cielo, no puede resultar extraño que este caso de las "narcolimosnas" haya ocurrido cuando, como es ya de público conocimiento, en Colombia los carteles de la droga pudieron comprar en su momento a varios funcionarios, entre policías, jueces, alcaldes, gobernadores y hasta un candidato presidencial.

Agua sucia bajo los puentes



Otro golpe que muy a pesar suyo acusó el Opus Dei ocurrió recientemente, al encontrarse el cadáver del financista italiano Gianmario Roveraro, quien había desaparecido a comienzos de julio tras un presunto secuestro. El motivo habría sido un fraudulento negocio inmobiliario de más de dos millones de euros que debía producir, en primera instancia, beneficios por 10 millones, y al cual Roveraro aparentemente decidió renunciar o, como sospechan otros, encarar por su propia cuenta, sin "socios",lo que habría causado la ira de sus cómplices. Lo extraño es que Roveraro, dos días después de desaparecer, se comunicó con su esposa aparentemente desde Austria, pidiéndole que le transfiriera un millón de euros a una cuenta en Suiza. La mujer, que entró en sospechas, consultó el tema con su abogado, ambos decidieron hablar con la policía pensando en un secuestro extorsivo y la fiscalía, finalmente, decidió bloquear los bienes del matrimonio.

Cabe recordar que Roveraro no carecía, en realidad, de antecedentes como estafador. Se había visto envuelto, hace algunos años, en uno de los mayores escándalos financieros de Europa: la quiebra de la empresa alimenticia Parmalat, que dejó un déficit de 14 millones de euros. La fiscalía de Parma, ciudad sede de la empresa, había acusado entonces a Roveraro de integrar una "asociación de malhechores con fines de bancarrota fraudulenta".

El caso es que elfinancista asesinado desapareció la noche en que volvía a su casa, en Milán, luego de haber concurrido a una reunión del Opus Dei, del que era miembro supernumerario. Su cadáver apareció prolijamente trozado y metido en un saco, semidescompuesto gracias a los 40 grados de temperatura del verano europeo, bajo un puente a 30 kilómetros de Parma. Cuestiones que hacen pensar por lo menos en algunos símbolos o coincidencias. Si bien Roveraro residía en Milán su cadáver aparece cerca de Parma, ciudad que vio nacer, crecer y derrumbarse -gracias al financista, entre otros- a la empresa Parmalat. El saco que contenía los restos estaba ubicado debajo de un puente.

También debajo de un puente, pero en este caso colgado, fue hallado en 1982 Roberto Calvi, quien fuera presidente del quebrado Banco Ambrosiano de Milán, vinculado entonces en operaciones financieras -la mayoría no muy claras- con el Instituto para las Obras Religiosas (IOR), más conocido como "Banco Vaticano" o "Banco del Papa". Esta entidad sufrió una gran pérdida de dinero al tener que cubrir los dólares evaporados del Ambrosiano, y la lucha para salvarla hizo transpirar bastante al entonces Papa Juan Pablo II y a sus amigos del Opus Dei.

Ambas muertes, la de Calvi en 1982 y la reciente de Roveraro, más las circunstancias en que fueron hallados sus cuerpos, reflejan sin duda un mensaje mafioso. Al mismo tiempo no dejan de resonar algo extrañas las palabras del portavoz del Opus Dei en Roma, Giuseppe Corigliano, al referirse a la muerte de Roveraro, cuando señaló: "Gianmario en este momento no sufre más, y estamos seguros de que ha recibido su premio".

¿Premios o castigos?. Todo es posible ya sea que a la "Obra" le hagan ganar dinero... o se lo birlen.


Y HACE 25 años...

El suicidio del banquero asesinado
Roberto Calvi, 'El banquero de Dios', sabía demasiado. Se mezcló con mafiosos, cardenales y políticos. Su muerte, hace 25 años es aún un enigma
E. GONZÁLEZ - Roma - 10/06/2007


Trece días antes de ser ahorcado, Calvi envió una carta al Papa en la que prometía callar

Calvi y el arzobispo Marcinkus, el 'banquero del Vaticano', tuvieron una estrecha relación

Un amigo personal de Juan Pablo II compró los documentos que había tenido Calvi

Nunca se sabrá quién mató a Roberto Calvi, el banquero de Dios. Recicló dinero de la Mafia, financió las operaciones anticomunistas del Vaticano en Polonia y América Latina, se asoció con la logia masónica P2 y promocionó con grandes sumas el irresistible ascenso político del socialista Bettino Craxi. Sabía demasiado.

El 5 de junio de 1982, Calvi envió una carta desesperada a Juan Pablo II en la que garantizaba al Papa que no revelaría nada de lo que había hecho "en interés de la Iglesia". También le ofrecía "importantes documentos". La carta no tuvo respuesta. El cadáver de Calvi apareció colgado del puente londinense de Blackfriars sobre el río Támesis dos semanas después, el 18 de junio de 1982.

La policía británica cerró el caso como suicidio, pero lo reabrió años más tarde y dictaminó que fue un asesinato. Un tribunal romano absolvió el pasado miércoles, por falta de pruebas concluyentes, a cuatro acusados de participar en el crimen. El caso no está cerrado, porque los fiscales, probablemente, apelarán. Hay, además, otro proceso en marcha, en el que figura, como presunto autor intelectual del asesinato, el fundador de la Logia P2, Licio Gelli. Pero han pasado ya 25 años, los principales protagonistas de la época han fallecido y todo aparece cada vez más oscuro. La muerte de Calvi está destinada a ser uno de los grandes misterios del siglo XX.

Roberto Calvi (Milán, 1920) ingresó a los 27 años en el Banco Ambrosiano, fundado en 1896 por el eclesiástico Giuseppe Tovini y controlado durante décadas por el Arzobispado de Milán. El Ambrosiano ya era una entidad privada, pero seguía siendo conocido como "el banco de los curas". Calvi desempeñó un papel relevante en la internacionalización del Ambrosiano con la constitución de filiales en paraísos fiscales como Bahamas, accedió a la dirección general en 1971 y lo convirtió en el mayor banco privado italiano.

Uno de los motivos de la rápida expansión del Ambrosiano fue la relación de Calvi con Michele Sindona (Messina, 1920), el banquero de la Mafia. Sindona tenía abiertas las puertas del Vaticano gracias a su condición de asesor oficioso del papa Pablo VI en cuestiones económicas (aún no eran públicas sus conexiones mafiosas) y trató de crear con Calvi algo parecido a un frente bancario católico, capaz de rivalizar con la banca público-laica. Calvi y Sindona se distanciaron poco después. Para entonces, Calvi contaba ya con un nuevo aliado: el arzobispo Paul Marcinkus (Chicago, 1922), director del Instituto de Obras de la Religión (IOR), el banco del Vaticano.

El IOR, fundado como Comisión para las Causas Pías por León XIII, en 1887, se había convertido en un banco importante y muy especial por dos circunstancias históricas. La primera ocurrió en 1929, cuando los Pactos Lateranenses garantizaron la soberanía pontificia sobre unas pocas hectáreas alrededor de la basílica de San Pedro, e indemnizaron a la Santa Sede por la pérdida de los antiguos Estados Papales. El dinero de la indemnización proporcionó una enorme liquidez al IOR, que empezó a invertir sin demasiados escrúpulos (financió, por ejemplo, la mayor parte de la munición empleada por las tropas de Mussolini en sus campañas africanas). La segunda circunstancia fue una ley italiana de 1962 que impuso a la Iglesia católica cargas fiscales sobre los rendimientos accionariales. El IOR reaccionó desplazando al extranjero la mayor parte de sus actividades.

Paul Marcinkus llegó a Roma en 1950 para estudiar Derecho Canónico. Hizo rápidamente amistades en la curia, muy especialmente la del arzobispo Montini, secretario de Estado, que le acogió en la sección inglesa de su departamento. Pocos años después de convertirse en Papa, Montini encomendó a Marcinkus la organización de sus viajes (en uno de ellos, en Manila, Marcinkus evitó con grandes reflejos que el pontífice fuera apuñalado por un demente), le nombró obispo en 1968 y en 1971 le asignó la dirección del IOR.

El obispo Marcinkus y el banquero Calvi establecieron una relación estrechísima. Calvi se acostumbró a asesorar a Marcinkus y a cubrir las pérdidas en que incurría regularmente: al director del IOR no le gustaba invertir, sino jugar en Bolsa. Ninguno de los dos hacía ascos al reciclaje de dinero mafioso a través de su red bancaria internacional. Les protegía Licio Gelli, un personaje singular e influyentísimo. Gelli era gran maestre de la Logia P2, una organización semiclandestina convertida casi en un Estado paralelo, cuyo objetivo final era la implantación de un régimen autoritario en Italia. La P2 gozaba de crédito ilimitado en el Ambrosiano. También recibía del banco millones a fondo perdido un dirigente socialista, Bettino Craxi, que se convirtió en los años ochenta en la figura hegemónica de la política italiana.

El brevísimo papado de Albino Luciani, Juan Pablo I, fue un mal momento para la pareja Calvi-Marcinkus. Luciani, como ex patriarca de Venecia, sabía cómo funcionaban las cosas en el banco vaticano. Quizá como Papa descubrió algunos detalles especialmente alarmantes. Su inesperada muerte, y el hecho de que no se le practicara la autopsia al cadáver, suscitó enormes especulaciones. Se habló de asesinato y Marcinkus fue de inmediato el principal de los sospechosos. Libros como En nombre de Dios, de David Yallop, y ficciones como la película El Padrino III abonaron la tesis de la conspiración homicida.

La llegada al papado de un polaco, Karol Wojtyla, cambió radicalmente la situación. Juan Pablo II estaba muy vinculado al Opus Dei, una organización religiosa en situación precaria (Pablo VI detestaba al Opus y no había querido concederle una posición autónoma en la jerarquía eclesial) pero económicamente potente. El Opus Dei, visto como una fuerza conservadora desde el punto de vista religioso, insistía en que los liberales como Marcinkus abandonaran el IOR; al margen de cuestiones religiosas, el mundillo económico vinculado al Opus sabía que el IOR iba al desastre y, según numerosos testimonios incluidos en el sumario del caso Calvi, se ofrecía a enderezar los balances.

Para Juan Pablo II, sin embargo, la máxima prioridad era la lucha contra el comunismo. El Vaticano empezó a enviar sumas ingentes al sindicato polaco Solidaridad y a organizaciones anticomunistas centroamericanas. Cuando el IOR no podía (por falta de recursos o para mantener un mínimo de discreción) ocuparse directamente de las transferencias, Calvi y el Banco Ambrosiano se hacían cargo de la tarea. El IOR llegó a acumular con el Banco Ambrosiano una deuda superior a los 1.200 millones de dólares, nunca reembolsados.

El agujero creado en el Ambrosiano por las necesidades de Marcinkus (y del propio Papa) empezó a descubrirse en 1981. Calvi sufrió una primera condena de cuatro meses en arresto domiciliario por delitos monetarios. El banquero, acosado, se convenció de que sólo un acuerdo con el Opus Dei podía salvarle. Pensaba que el Opus era capaz de movilizar el dinero suficiente para recapitalizar el IOR y devolver el dinero debido al Ambrosiano; a cambio, la Obra podría asumir un control directo sobre el IOR y las finanzas vaticanas. La idea figura en muchas de las cartas escritas por Calvi en esa época. No existen pruebas de que el Opus Dei participara en el proyecto de salvamento.

El 11 de junio de 1982, Roberto Calvi abandonó Italia desde Trieste, a bordo de un yate. La nave atracó en Isola (Yugoslavia) y el banquero tomó un avión privado hasta Klagenfurt (Austria). Llevaba un pasaporte falso a nombre de Gian Roberto Calvini que le había proporcionado Ernesto Diotallievi, uno de los jefes de la criminalidad común romana. Con Calvi viajaban Flavio Carboni, empresario de la construcción y ex socio de Silvio Berlusconi en Cerdeña, y Silvano Vittor, contrabandista italiano asentado en Yugoslavia. Calvi quería ir a Zúrich. Carboni y Vittor le convencieron de que tomara otro avión privado y se dirigiera a Londres. Los dos acompañantes le buscaron alojamiento en el Chelsea Cloister, un deteriorado edificio de apartamentos, más propio de estudiantes que de banqueros.

Calvi dedicó su última semana de vida a atesorar documentos comprometedores para numerosas personas e instituciones. Esperaba una respuesta a la carta que había enviado a Juan Pablo II, en la que le advertía contra "los enemigos internos" dirigidos, según él, por el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli. Confiaba aún en salvar el Banco Ambrosiano y su propia vida.

El 18 de junio, Carboni y Vittor le dejaron solo en el Chelsea Cloister. La última persona que vio a Roberto Calvi fue el pintor Cecil Gerard Coomber, residente en el edificio. Hacia las diez de la noche del día 17, el pintor se cruzó por el pasillo con el banquero, a quien acompañaban dos hombres que hablaban italiano.

A las 7.30 del día 18, un empleado del diario Daily Express descubrió un cuerpo que colgaba del puente de Blackfriars. La policía comprobó que se trataba de Roberto Calvi. Llevaba encima dos relojes Patek Philippe y 15.000 dólares en divisas. Cargaba con cinco kilos de piedras en los bolsillos de la chaqueta y en los pantalones. El primer informe forense dictaminó con rapidez que se trataba de un suicidio por ahorcamiento.

En 1988, sin embargo, los tribunales británicos e italianos establecieron que Roberto Calvi había muerto asesinado. Carboni, Vittor, Diotallievi y un dirigente mafioso, Pippo Caló, además de una novia de Carboni, fueron acusados de homicidio. Según la Fiscalía de Roma, los cuatro acusados tramaron un plan y crearon las condiciones para que dos ejecutores desconocidos, de acuerdo con la banda, cometieran el crimen. Siempre según la hipótesis de los fiscales, los dos desconocidos convencieron a Calvi de que les acompañara hasta un barco que, a través del Támesis, llevaría al banquero a alta mar y a América del Sur, donde estaría seguro. Todos los indicios apuntan a que Calvi fue, en efecto, embarcado en una nave. Debió de morir en ella, estrangulado. Luego fue colgado del puente. Como la marea estaba alta, el cuerpo se hundió en el agua hasta las axilas.

Los cinco acusados han sido absueltos esta semana.

El Opus Dei fue convertido en Prelatura personal meses después de la muerte de Calvi. Casi al mismo tiempo, un amigo personal de Juan Pablo II, el eclesiástico Pavel Hnilica, compró a Carboni los "documentos comprometedores" que guardaba Calvi antes de morir. No se supo más de ellos. Hnilica murió el año pasado.

En 1987, la policía italiana emitió un mandato de captura contra Paul Marcinkus, acusado de fraude y estafa: Marcinkus exhibió su pasaporte vaticano, que le hacía inmune a la justicia, y siguió al frente del IOR hasta 1989. Desde 1991 fue presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano. Se jubiló en 1997 y murió en Arizona el año pasado.

Bettino Craxi murió exiliado en Túnez en 2000. Licio Gelli, de 88 años, varias veces condenado por numerosos delitos, permanece en arresto domiciliario a la espera de juicio por el caso Calvi.

Y HASTA HACE UN PAR DE SIGLOS...

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